domingo, 1 de marzo de 2015



Reglas de conducta, la tarea de Juancito
-Qué bueno sería- comentó en voz alta Juan, un niño de apenas nueve años de gordas mejilla y pelo color rojizo con ojos saltones color cielo, inquietando a su hermana Pilar que estaba sobre la mesa del comedor estudiando-¿Te gustaría a ti también?- preguntó a su alarmada hermana.
-Qué raro eres a veces Juancito- observó Pilar, diez años mayor que su hermano, al contrario que Juan, Pilar tenía los ojos color  negros y su cabello era rubio, sus mejillas estaban algo delgadas y su cuerpo era esbelto.
- Pero no soy raro, solo un gran soñador- confesó éste.
-¿Ahora que te traes en esa mente retorcida?- preguntó volviendo su atención a sus apuntes.
- Estaba pensando que bueno sería tener una vida ordenada.
Pilar dejo de observar sus apuntes para quedarse boquiabierta mirando a su hermano.
-Pili parece que has visto un fantasma.
-No, solo que cada día me convenzo más que tú, eres una especie en extinción, tienes ya una vida y creo que es lo bastante ordenada- le recordó.
-Sí, pero no me refería a mi vida, estoy haciendo una redacción, la maestra nos mandó que redactáramos alguna utopía.
-¿Que se te ocurrió?- preguntó deseando que terminara rápido.
-Escribí unas reglas de conductas que están de pelos- confesó con una sonrisa de oreja a oreja- Primera regla, cada ciudadano de “Creyentelandia”, deberá someterse obedientemente ante los gobernantes y las autoridades.
-¿”Creyentelandia”? donde…- pero Juan no la dejo continuar.
-Segunda Regla, siempre debo estar dispuesto hacer el bien, tercera, no hablar mal de nadie.
-Sí, la tercera debería ser el lema de la ciudad- dijo con un entusiasmo no fingido.
-La cuarta, buscar la paz y ser respetuosos, la quinta, ser amables y atentos con todo el mundo.
-¿Pero esa regla no iría junto con la segunda?- preguntó ceñuda Pilar.
-Quizás, la sexta y última, pero no menos importante, evitar discusiones necias, sobre todos aquellas que se mencione la política y la religión, pues no hay sentido en estas cosas, cada uno ya tiene su punto de vista y nadie lo hará cambiar de parecer, así evitaríamos grandes peleas o hasta las guerras.
Pilar miro a su hermano sin decir una palabra.
-¿No te gusto mi tarea Pili?
-No, me has dejado sorprendida enano- contestó- ¿cuándo se te a ocurrido eso?
-Ayer por la tarde cuando vi a mamá, la abuela y papá parloteando sin sentido, quizás los mayores deberían tener en cuenta estas reglas y sus vidas serian un poquito menos desordenadas.
Pilar sonrió, no dejando de pensar que quizás Juancito tendría razón.

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