¿Todo tiempo pasado fue mejor?
Selva estaba mirando su rostro en el espejo. A cada lado de sus ojos color miel, tenía unas pronunciadas “patas de gallo”, con
un suspiro enorme evocó en su mente la etapa en la cual aquella cara no estaba
surcada por tantas arrugas, en su estómago sintió el helado frio del anhelo, el
deseo de poseer algo que ya no podía tener.
-¿Qué ocurre querida?- preguntó
Alberto su esposo, tres años más grande que ella, él se había situado detrás de
aquella acongojada mujer.
- ¿No te gustaría que me deshiciera de
estas molestas arrugas?- preguntó frunciendo el ceño.
- No, para nada- contesto dándole un dulce
beso en el hombro derecho.
-¿No te gustaría que volviera a ser
aquella muchacha de 20 años?
- No. Por supuesto que no- contestó
con una sonrisa, la cual molesto a Selva- ¿Qué sucede cariño?
-Me encantaría volver unos años atrás y borrar algunas arrugas
que ya delatan mis 55 años, que demuestran lo vieja que estoy.
- ¿Acaso has perdido el juicio?-
preguntó asombrado.
- No, solo estoy un poco molesta con
mis arrugas.
-Yo amo tus arrugas- declaró Alberto,
haciendo volver a Selva quedando sus caras muy juntas.
-No se le debe adular las arrugas a
una mujer- dijo ella coqueta, abrazándolo depositando un dulce beso en sus
labios.
- Yo lo voy a decir mil veces- dijo
serio- tus arrugas demuestran que has crecido sí, pero para mí son la evidencia
de que estoy casado con una mujer que no se deja derribar por nada ni por
nadie, que pasó noches enteras velando por la salud de sus hijos, cuentan lo
llena de experiencias que estás- respiró y sin pensarlo le devolvió el dulce
beso que Selva había depositado en sus labios.
-Te amo Alberto- declaró derritiéndose
en sus labios.
- No es de sabios anhelar tiempos
pasados, sino de tontos que no supieron aprovechar el tiempo para adquirir
experiencia y sortear obstáculos. Tus arrugas son las que dan testimonio de
nuestro duradero amor.
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