¿quién te crees que eres para juzgar
a los demás?
Julia creció en una familia
donde hablar mal del otro era moneda
corriente todos los días y a cada rato. Su
madre y su abuela parecían haberse tomado todo el tiempo del mundo para
averiguar cada detalle de los demás, ellas siempre sabían la hora de salida y
entrada a sus casas de cada vecino, si la vecina se veía con sus amigas, si tenían
amantes o si el vecino de la esquina era gay o solo hacia negocios con hombres.
Las tardes en esa casa eran todo un noticiero de espectáculos baratos. Lo más
cómico era que ninguna de ellas tenía el placar limpio, es decir simulaban una
vida perfecta pero tenían más muertos escondidos en el placar que un asesino
serial.
-Al parecer Mariela, le dijo
que no la quería ver más en su casa- lo puedes creer- oyó que su abuela le
comentaba a su madre.
-Es que acaso no tiene vergüenza
echar un hijo así a la calle, sin una explicación, eso no es de madres- le
contestaba Bárbara, madre de Julia.
-¿Qué te asombras madre?- le
preguntó sarcástica Julia- si vos le retiraste hasta el saludo a mi hermana
porque se casó con el hombre de su vida, que claro estaba no era de tu agrado.
-Eso es sapo de otro pozo-
contestó enfurecida su madre.
-En fin, la cuestión es que
a Doña Florencia, la de la esquina no quiere ni ir a la iglesia por miedo al
que dirá- acotó su abuela ignorando a Julia.
-Pobre Doña Florencia- interrumpió
nuevamente Julia- si supiera que en este momento están juzgando no solamente
sus acciones.
Ambas siguieron ignorando a
su insolente retoña.
-Al parecer a Betty la del almacén de la equina, la dejo
su esposo- siguió su madre con el cotilleo matutino.
-Oh pobre Betty- susurro su
abuela.
-Sí, la pobre está hecha un
trapo, pero bueno al parecer ella no lo atendía como debía, y ese fue el
resultado- emitió opinión Bárbara.
-Ay madre que cara dura eres-
soltó Julia.
-Esta mañana te levantaste
picante querida hija- le contestó frunciendo el ceño.
-Es que ya no las soporto,
hablando mal de todo el mundo, después de que se cansan de despellejar cueros,
van y se hacen las amigas de esas mismas personas.
-Eso no es así, solo nos
ponemos al corriente-dijo su madre.
- Madre, hablas de la pobre
Betty que su marido la dejó y que fue por su culpa.
-Si así fue, ella no lo atendía
como debía.
-Yo pregunto, ¿cuándo le vas
a decir que eres tú la amante de su ex esposo?- le dijo dejando a su abuela con
los ojos como plato.
-Bárbara ¿tu?- preguntó azorada
la pobre anciana.
-¿Ves abuela que nadie está
libre?, A ver si así aprenden a no hablar de los demás, porque nadie tiene ese
poder de ser el gran juez de la vida ajena, si quieren juzgar, háganlo pero mirándose
al espejo.
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