Sara estaba sentada sobre el frío piso de su
habitación, sus manos enroscadas entre sus piernas y su cara hundida entre sus
rodillas, estaba tristes y sus lágrimas amenazaban con ahogarla.
Después de varios minutos la puerta de su cuarto
se abrió y su amiga, Belén, estaba allí junto a ella.
– ¿Qué tienes?, me dijo tu mami que viniste muy
mal de lo de tu abuela, ¿acaso le ocurre algo?
Sara se limpió sus mejillas empapadas y contesto:
–Esa vieja amargada me odia.
Belén no sabía si reírse o quedarse seria sin
hacer ninguna mueca.
– ¿Por qué dices eso?
–Mamá le contó que yo había empezado mis clases de
actuación y la muy bruja le dijo que era una pérdida de tiempo, que todo lo que
hacía mandándome ahí era gastar su dinero.
– ¿Y?
– ¿Te parece poco?, ¿Qué tu propia familia no te
apoye?
– ¿Lo vas hacer igual?
–Más vale.
–Entonces,
¿por qué lloras?
–Me da rabia.
–Entendí hace unos días que cuando uno se pone las
pilas para hacer algo, o confía en algo o en alguien o de repente todo marcha
bien, en algún momento las cosas se ponen algo turbias, ya sea por alguien que
nos tira el ánimo abajo con alguna frase fuera de lugar o simplemente una
situación– Belén miro a su amiga con una sonrisa tranquilizadora– No gastes tu
tiempo en ponerte triste o enojarte, lucha por lo que querés, al fin o al cabo es tu vida.
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