Mi vecina no me mima.
Patricia es una joven estudiante que vive sola, en
un complejo habitacional muy conocido por la policía, los motivos, una vecina,
doña Dulce.
Se conocieron un día gris de Abril, a Patricia se
le había ocurrido pasear el perro del vecino, este que viaja mucho y de
inconsciente tiene una mascota en un dos por dos, siempre hay uno en cada
vecindario. En fin Pato, como así la llaman sus allegados, decidió ofrecerse a
ser la cuidadora de este lindo labrador, mientras su dueño estaba fuera de la
ciudad.
El dorado perro de inmensas proporciones sale
disparado hacia la calle llevándose a doña Dulce, la vecina complicada, por
delante, dejándola patas arriba en la vereda. Patricia consternada decide darle
una mano a la adorable anciana.
–Me las pagarás, bruja del demonio– fueron las
palabras que dulcemente Dulce le lanzó a Pato.
Ese fue el momento que desencadenó la furia de
Dulce hacia la joven vecina, denuncias, acoso telefónico, pedradas, insultos,
fueron nada, comparado a lo que sucedió un año después.
Patricia sale a baldear la vereda como era de
costumbre, sábados a la tarde, emocionada en su tarea vio por el rabillo del
ojo que su Dulce vecina, venía muy rápidamente por el pasillo y sin tener la
más mínima consideración pasó a todo babor pechándose a Patricia.
Pato tan cansada de la misma cantaleta mes tras
mes, estalló en furia:
–¿Acaso no ve que estoy limpiando?
–Y vos no ves que voy pasando, bruja del demonio.
Patricia no contestó a la agresión y solo la mandó
a que siguiera su camino. doña Dulce no conforme con su despliegue de mala
educación, comenzó a proferir más insultos.
–Si no se calla en este instante la bañaré de pies
a cabeza.
–Hágalo, bruja del demonio.
Y zas, doña Dulce fue bañada como quien baña una
torta con chocolate. Perpleja por su reacción, Patricia, junto sus utensilios y
se decidió ir al interior de su casa cuando, doña Dulce la golpea con una
botella que traía en su mano.
No gasto ni una palabra, Patricia se tiró a golpes
sobre la anciana vecina, descargando toda su ira contra la susodicha.
Cuando oyó a lo lejos, la voz de una vecina que
vivía enfrente,
”Dulce ándate, de ahí que si no te mata”, Patricia
reaccionó y dándole una última bofetada se marchó,
Minutos más tarde el hijo de doña Dulce, uno de
los peores malhechores de más baja calaña, azotaba la puerta de una temblorosa
Patricia. Armada de valor y atendiéndolo por la ventana, le preguntó que
buscaba y este muy maleducado le dijo:
–Te volviste loca, como vas a tirar a mi madre por
las escaleras...
Y ese fue la gota que
necesitaba para salir de ese infierno, el cual tenía como única dueña a doña
Dulce.
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