Emilia apareció con su
abuela tomada del brazo.
–¿Dónde estaba?–Fue la
pregunta que hizo su tía.
–En el extremo sur, en la
plaza de las palmeras.
–Imposible, pasamos por ahí
muchas veces.
Emilia no contesto, ella
estaba dolida por darse cuenta que su abuela no la reconocía.
–Mamá, soy Oriana, me reconoces.
Su abuela miro aquella mujer
y le dijo: – Hola Oriana, ¿qué cuenta Jacinta?
Acostaron a su abuela,
llamaron al médico y este les prohibió sacarla.
–Tendremos que estar más
atentas– dijo Karen.
–Lo haremos– prometió
Oriana.
Emilia se quedó un rato con
su abuela, la miro, estaba dormida. Amaba a esa mujer.
–¿Vas a quedarte ahí sin leer?–
su abuela se había despertado y ahí estaba una vez más deseando escuchar sus
propias historias.
Bastián Hizo lo que Alan le
había ordenado fue a reunirse con Débora, la que los guiaría a ganar otra
batalla.
Débora no levanto la mirada
cuando el comandante le tapó el calor del sol con su gran altura. Solo se limitó
a decir:– Te esperaba, sabía que ibas a venir.
–¿Acaso te lo dijo El Dios
no conocido?
Débora no contesto había
leído entre líneas el deje de burla que Bastián usaba
–Sisará morirá hoy, tendrás
que juntar a tu ejército y salir a la batalla. Prepárate porque hoy es el día
de la victoria, “el Dios no conocido” ira delante de ti.
–Iré , si tu vienes conmigo
–Acepto, Pero quiero que
sepas que no serás tú quien mate a Sisará. “el Dios no conocido” le dará ese
honor a una mujer.
–Emilia es hora de irnos–
interrumpió su madre.
Emilia miró a su abuela –
Sabia que Débora era toda una guerrera.
–Veremos.
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